Vereda de los Estudiantes o la lucha por la cultura.
Anai, Eva, Fátima, Isabel y Pepa se convierten cada tarde en bibliotecarias, aunque su biblioteca solo mide 30m2. Obviamente no caben los 300 libros que les acaban de donar pero ya tienen 2500 informatizados. A esto ha contribuido Rafa que es bibliotecario de profesión. Él ha formado a sus vecinas, pero Rafa no cobra. Tampoco cobra Jaime que allí en esos 30m2 da clases gratis de pintura y dibujo para los chavales del barrio todos los jueves. Santi, por su parte, es arquitecto pero hace las veces de programador cultural, también en 30m2. Rubén, Rosi, David, Juanma, Sandra y Ángel tampoco cobran, se dan por pagados al ver que su barrio resiste. Allí, no cabe ni un alfiler entre tanto esfuerzo, entre tantos vecinos cohesionados en lucha por la cultura de Vereda de Los Estudiantes.
La cultura sobrevive a bocanadas en un espacio que habitan 7.600 vecinos. De los cuales 1.800 son menores de 14 años. No tienen un centro cívico, ni disponen de infraestructuras deportivas suficientes. Por eso la Asociación de Vecinos Miguel Hernández hace lo único que puede hacer, aunque no le corresponda, que es detectar y suplir necesidades de sus vecinos. Por eso crean cultura, se inventan una Bive (biblioteca vecinal), hacen una programación de eventos original y completa para el día del libro y demás festividades, programan cine de verano, ciclos de cuentos y de humor, realizan talleres para niños, invitan a cantautores.
A veces utilizan el gimnasio del cole aunque nada les asegura que ese día no vayan a fallar los focos. Y solo cuando el tiempo lo permite hacen cosas en el exterior del Antiguo colegio Azorín que dejó de ser escuela en los años 90. El caso es que ni siquiera el Azorín es un espacio entero para ellos dado que comparten un espacio ínfimo y deteriorado con otras asociaciones.
La lucha por la cultura está patenten en Vereda. Y las soluciones no pasan siempre por la opción económica más cara. Al ayuntamiento ya se le planteó, en 2015, una rehabilitación muy económica del terreno. Pero más allá del dinero, hay cosas que no se pueden comprar. Y desde luego que son siempre las mejores de la vida, como por ejemplo la vitalidad de los vecinos, su amor por el barrio y su forma de tejer red entre personas. Pero si un día la inversión llegase en forma de teatro, de centro cívico nuevo o rehabilitado, de canchas de tenis o de pista de atletismo, los vecinos no perderían ni un ápice de cohesión porque entonces disfrutarían, todavía más, creando más y mejor cultura de barrio.
Artículo publicado en la “Guía del Ocio de Leganés” del mes de junio